lunes, 11 de mayo de 2015

Guardando distancias

Parece ser que esta vez no salió todo como parecía, puede que fuese el tiempo, mas bien la época, realmente carezco de una conclusión apropiada, pero hace mucho no las pasaba tan "canutas" en el paraíso para lograr capturar.

Y es así, el mar sabe mas por viejo que por sabio, y si este no quiere, no quiere.

Hace unos días me escape de fin de semana al paraíso, una escapadita fugaz antes de dedicarle todo mi tiempo temporalmente a la universidad, y así poder desconectar de todo. La llegada resultaba alentadora, las condiciones parecían ser las idóneas, pero los peces no estaban ahí.

Donde siempre los veías, ahora estaban ausentes, y el panorama inicial era muy complicado. Incluso esta situación me dio que pensar: ¿necesitaría la acción de eolo para ver peces?

¿Cómico no? siempre quejándome de él, y ahora pensaba seriamente si sería necesario que apareciese para así hacer eficiente algún que otro resultado. Al día siguiente parece que me escuchó.

Llegaba con el sol en todo lo alto, con una fuerza que rajaba las piedras y un viento infernal, -¡ahora si estoy en casa!- me decía yo por esos momentos. Comencé a lanzar y lanzar, caminar y caminar, viendo las horas pasar y pasar, y sin resultado alguno.

En esos momentos donde parece que no hay salida, parece que el cerebro actúa y busca entre sus recuerdos, y de ahí salió mi haz de esperanza. Un pequeño e inospito pesquero vino a mi memoria. El día perecía, me quedaba poco para actuar, y en vistas de lo ocurrido antes, me decanté por probar allí.

Comienzo el camino a través de puro desierto canario, el viento levantaba la graba y los cantos a mi paso, y entre tanto y tanto, pensando en mis cosas, avisté el lugar.

Como de costumbre estaba desierto (y que siga así). Al verlo me dije: -¡toca mojarse!-

Por suerte el agua ya estaba mas caliente en relación al invierno, y ya no es tan horrible pescar con un bañador y agua hasta la cintura. Comienzo a caminar la colada volcánica hasta llegar a su final sumergido y comienzo a lanzar.

La Skirmjan hace esfuerzos para ganarle la batalla al viento, y lo va logrando. Lanzo, animo mis artificiales, y entre tanto y tanto, mi vista se enfoca en una oquedad situada bajo mis pies. Algo asoma de ella, desconozco que puede ser, pero estaba dispuesto a descubrirlo.

Lanzo y dejo mi artificial justo delante de esa mancha marron, vasta un leve toque para que esta mancha marrón se precipite sobre el artificial y me regale mi primera arqueada decente en la skirmjan. Un par de bombeos y logra sacar de su escondite al señorito. Un precioso abade avecina sobre la superficie del agua, lo agarro, lo fotografío, lo beso y lo suelto.



Y, así mismo, guardando las distancias, concluye un viaje express al paraíso, donde me ha vuelto a demostrar que si algo quieres, debes pelearlo con uñas y dientes, dándome ya solo ganas de que regrese la época de mi próxima incursión sobre este terreno árido y que tanto amo.

¡Un saludo y buena pesca!

2 comentarios:

  1. haya momentos donde se pesca más o menos, no importa. Hay que disfrutar de esos paisajes, del mar y de los peces con pasión, como tú haces Antonio!!! ;)

    ResponderEliminar
  2. Cuanta verdad en esas palabras Toni, el disfrute de la jornada va mucho más allá de la propia jornada en si :)

    ResponderEliminar